No se repiten los titulares, sino las tragedias
Perdone el lector los titulares, que se repiten más que un taco de chorizo. Es cosa de la realidad, disculpen. "Al menos un muerto y 41 heridos por un choque de trenes en el metro de Ciudad de México", titulaba este periódico el 11 de marzo de 2020. Y dos años después: "Al menos un muerto y 59 heridos en un choque de trenes en el metro de Ciudad de México". Entre ambos accidentes se produjo el desplome en la Línea 12, un 3 de mayo de 2021. La tragedia obligaba a la reiteración: "Al menos 25 muertos por el derrumbe de un tramo del metro de Ciudad de México", dijo el periódico aquel día, con datos aún imprecisos. Fueron 26.
Si no quieren aburrirse, recurran a la política, porque esa sí ha sido cambiante. Si el primer accidente en Tacubaya apenas tuvo repercusiones, el golpe de la Línea 12 movió los cimientos de la clase dirigente. Las culpas iban y venían, que si el origen del desplome estuvo en la construcción, cuando gobernaba Fulanito, que si había sido falta de revisión en tiempos de Menganito, que si falló el mantenimiento en el mandato de Zutanita. Por eso, cuando en días pasados chocaron los vagones entre las estaciones de Potrero y La Raza, en la Línea 3, llovía sobre mojado y las declaraciones recurren ahora al sabotaje, porque la gente, harta de tanta incertidumbre cuando toma el transporte cada mañana, ha documentado en las redes cada uno de los incidentes con los que se encuentran a diario: humo en tal vagón, dos convoyes que se han desenganchado, explosión en la estación de Bellas Artes, incendio en un puesto de control... Ocurre muchas veces, ahora se cuenta más.
Las autoridades han reforzado su versión del sabotaje con más de 6.000 agentes vigilando los andenes para descubrir que una señora tiró unas aspas de lavadora a las vías o que hay latas de cerveza por aquí y por allá. Y el director del metro, Guillermo Calderón, ha detallado lo que se encontraron al revisar el cilindro que se soltó entre los dos vagones de Polanco: un tornillo suelto, otro degollado y un cintillo de seguridad que no aparece. Alguien se lo habrá llevado, vino a decir el hombre. "No es cuestión de mantenimiento", aseguró.
Pero las deficiencias o las lluvias que de tarde en tarde obligan a desalojar el metro o a suspender el recorrido entre varias estaciones son ya conocidas por los cinco millones de ciudadanos que cada día utilizan este medio para moverse por una ciudad infinita. Y los austeros presupuestos para mantener el metro salen a relucir. Hay nervios en la clase política. Los unos saben que un nuevo accidente mortal amenazaría con descarrilar la candidatura de la jefa de Gobierno de la ciudad, Claudia Sheinbaum, para la presidencia de 2024. Los otros, la oposición, no quieren desperdiciar este viaje, que podría ponerles en charola de plata la alcaldía de la capital, ya de por sí en entredicho y quizá el único bocado que puedan sacar de los dientes del partido oficialista, Morena. Pero qué bocado, de cardenal.
La cosa política se pone interesante. El elector sabrá. El lector, sin embargo, sea indulgente con los titulares de los periódicos, que no hacen otra cosa que dar cuenta de la tragedia repetida.